Controlled consumption rooms, a key tool to improve the health of people who take drugs

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que unas 600.000 personas que consumen drogas mueren anualmente. Y no solo fallecen por sobredosis, sino que también son más vulnerables de sufrir VIH o hepatitis C (VHC), un virus que, según los cálculos más recientes, afecta al 40 por ciento de los 14,8 millones de personas que se inyectan drogas.

Mejorar su acceso a la salud desde una perspectiva basada en reducir los riesgos del consumo de drogas, en lugar de perseguir la utopía de acabar con ellas, es la idea subyacente a la construcción de salas de consumo supervisado.

La primera abrió en Berna (Suiza) en 1986. Treinta años después, apenas hay un centenar en el mundo, pero los expertos claman porque esta situación cambie. Holanda,  Francia o Alemania, al igual que España, son países que sí cuentan con este tipo de instalaciones. Próximamente se abrirá la primera de Reino Unido en Glasgow (Escocia).

En Ginebra (Suiza), la sala de consumo supervisado está ubicada en el centro de la ciudad. Unas cien personas utilizan sus instalaciones cada día. Minutos antes de su apertura hay colas en la calle. A su entrada en las instalaciones, los trabajadores como Olivier Stabile reciben a los usuarios con amabilidad y café caliente.

Les proporcionan jeringuillas nuevas y material sanitario, así como un techo e intimidad para que puedan inyectarse en condiciones dignas las sustancias que cada uno ha conseguido en la calle. También tienen duchas y, si quieren, un sitio donde dormir.

Consulta médica en las salas de consumo de drogas

Dos días por semana tiene consulta el médico. Las personas que consumen drogas tienen acceso a analíticas para la detección del VIH y del VHC, así como a los antivirales de acción directa que eliminan el virus del organismo en un país en el que el acceso a la sanidad depende del pago de un seguro médico.

Estos chequeos permiten que la presencia del VHC entre las personas que se inyectan drogas se hayan reducido en Suiza hasta niveles semejantes a los del conjunto de la población.

Sobredosis sin final letal

Tampoco las sobredosis tienen en estos centros un final letal. En un año hubo 50 personas que perdieron la consciencia por consumo excesivo de drogas, pero todas salvaron la vida. Estar en la sala de consumo supervisado les permitió que pudiese llegar rápidamente una ambulancia.

Ruth Dreifuss fue la presidenta suiza que impulsó la construcción de esta sala de consumo supervisado y que empujó también para que la confederación helvética superase la política de la prohibición del consumo e implantase políticas públicas basadas en cuatro pilares: prevención, terapia, reducción de riesgos y represión.

Ahora es la presidenta de la Comisión Global en Políticas de Drogas, una entidad que empuja para descriminalizar la posesión y el consumo de drogas y para regular el mercado, entre otras cuestiones.

Conferencia Internacional sobre Salud y Hepatitis en Usuarios de Sustancias

En el marco de INHSU 2023 (Conferencia Internacional sobre Salud y Hepatitis en Usuarios de Sustancias), celebrada días atrás, Dreifuss visita la sala de consumo de Ginebra.

Las políticas de prevención, reducción de daños, la proporcionalidad en la represión y el enfoque en la salud deben ser, a su juicio, la clave en la atención a las personas que consumen drogas.

“La gente que viene a estas salas de consumo de drogas escapa al doble estrés, el de la Policía y el de los vendedores de drogas. Este es un lugar de dignidad. Se encuentran con personas que les pueden ayudar desde el punto de vista médico, de higiene, y social”, sostiene Dreiffus.

Salas de consumo de drogas: testimonio de un usuario

Su planteamiento lo comparte Jessy Jaccoud, de 49 años. Toma drogas desde hace 35 y acude desde el 2002 a esta sala de consumo supervisado.

Linda Zehetbauer, trabajadora social, explica la importancia de que los usuarios del centro puedan tener acceso al trabajo. Cobran diez francos por hora y ayudan en tareas básicas para el funcionamiento de la casa como la limpieza, el reparto de los cafés o de la comida y el mantenimiento. “Es una manera de que las personas que movilicen y asuman responsabilidades”, explica a EFEsalud.

En total, 30 personas entre trabajadores sociales, administración y personal sanitario aportan su grano de arena para que personas como Jessy Jacoud tengan una vida digna, más saludable y en la que encuentren simplemente un sitio donde sentirse bien.

Uno de los objetivos de la Conferencia Internacional sobre Salud y Hepatitis en Usuarios de Sustancias es que estos recursos no sean excepcionales, y que de ese modo mejore la salud de las personas que se inyectan drogas y, por extensión, la de todos.

 

View Original Article on efesalud.com